Comportamiento Cívico y Covid
El mundo cambió drásticamente y en todos los sentidos, desde que apareció el virus Covid y se extendió como pandemia mundial.
Nos vimos obligados a observar una
cuarentena en casa durante meses mientras veíamos a diario en las pantallas de la
televisión impresionantes imágenes de lo que sucedía en nuestro entorno:
ciudades vacías, hospitales abarrotados, y estadísticas cada más negativas
sobre contagios y fallecimientos.
Entramos de repente y sin preámbulo a
una nueva forma de vida, la digital: trabajo en casa a los que tenían la
fortuna de seguir trabajando y a resolver trámites burocráticos y estudios por vía
digital.
Las empresas también se tuvieron que
adaptar a los nuevos tiempos para poder sobrevivir: Congresos online, reuniones
online gestiones online.
Si hablamos de las relaciones humanas,
si se tenía la fortuna de tener la familia en la misma casa, por lo menos, se
sabía que estaban bien y al ser el hombre un ser social por naturaleza, se
intensificaron los contactos vía zoom con los abuelos y los amigos. No faltaron
las bromas y el ingenio que compensaba de alguna forma la pandemia que se
vivía. También nos maravillábamos cuando veíamos las imágenes de tantos
animales sueltos en las grandes ciudades y el campo mientras nos solidarizábamos
con la dedicación de médicos y servicios sanitarios.
Cuando pudimos salir para disfrutar del
verano, con prudencia, no nos imaginamos que esto iba a seguir con nuevas
variantes y durar tanto. Los humanos en nuestro ingenio inventamos una nueva
modalidad de trabajo: la híbrida, semipresencial, con menos aforo y más
posibilidades. Esta modalidad se aplicó en el protocolo empresarial e
institucional y en los centros de estudio. Ahora descubrimos sus ventajas:
aforo y ahorro económico, en la organización de eventos. Aunque no es lo ideal son
los tiempos que estamos viviendo.
Mientras tanto, el virus se ha ido
transformando en diversas variantes y aunque la civilización sigue implementando
medidas sanitarias y vacunación casi universal, parece que no viésemos la luz
al final del túnel.
Ayer me llamó la atención una noticia
que decía que desde el otoño las compañías aéreas en Estados Unidos habían
registrado un incremento de violencia en los vuelos. Preocupados por la
situación, el Fiscal General de los Estados Unidos, Merrick Garland, ordenó a
los fiscales generales del país que den prioridad a estudiar los casos de
pasajeros de aerolíneas que hayan cometidos asaltos y otros delitos a bordo de los
aviones poniendo en peligro la seguridad de los otros pasajeros, la tripulación
y del vuelo,
Esta orden llega después de que el
Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, diera instrucciones al
Departamento de Justicia para que frenase el creciente número de incidentes
violentos en los vuelos domésticos. En lo que va del año se han reportado 5,338
incidentes por mal comportamiento y violencia en las aeronaves y, según parece,
están principalmente relacionados con regulaciones establecidas por la
pandemia, retrasos y cancelaciones, entre otros.
Pero esto no está pasando solo en los
Estados Unidos, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, IATA, que
agrupa más de 200 aerolíneas de todo el mundo, ya en 2017, había reportado el
crecimiento en número de pasajeros insubordinados y en su última convención
anual se hizo un llamamiento a los estados para que suscribiesen el Protocolo
de Montreal, para sancionar los delitos en los vuelos y llevar los casos graves
a los tribunales.
Al respecto, cinco compañías aéreas chinas
han creado una lista negra de pasajeros que hubiesen actuado de manera
indisciplinada. En el Reino Unido se estaba estudiando, antes de la pandemia,
implementar un código de buenas conductas para prevenir la intoxicación y
consumo excesivo de alcohol antes de embarcar. Por ejemplo, alguna compañía habría
instruido a los bares y restaurantes de su terminal para que avisen si algún
pasajero excedía el consumo de alcohol. En 2020, muchas compañías aéreas dejaron
de servir alcohol para evitar situaciones hostiles.
A mí me ha tocado viajar tres veces
durante esta pandemia y aunque afortunadamente no he experimentado ningún acto
violento en mis vuelos, he visto como viajar se ha vuelto algo muy complicado.
Los aeropuertos están casi vacíos, se han vuelto totalmente impersonales y se
deben cumplimentar todo tipo de requisitos. Lejos están los tiempos en que uno
cogía un vuelo por el placer de viajar.
Los antropólogos y psicólogos, que son
los especialistas en conducta humana, también se cuestionan si el hecho de
llevar mascarillas afecta el comportamiento de las personas, unido al hecho de
stress acumulado por la duración de la pandemia
Hace poco participé en una interesante
tertulia sobre como el uso de las mascarillas afectaba las relaciones sociales
y de la importancia de la cara en las interrelaciones sociales.
Antes de la pandemia nos veíamos tal
como éramos. Con nuestra cara descubierta manifestábamos nuestras alegrías,
tristezas o preocupaciones. Era la manifestación de nuestra individualidad. Ahora
solo vemos los ojos y no se pueden descubrir las emociones. Quizás también es
una licencia para hacer cosas que antes no eran permitidas ya que ahora las
personas están “escondidas” detrás de una máscara. También se actúa de manera
más evidente, lo que en otro momento sería signo de mala educación, por
ejemplo, cuando alguien tose, todos se apartan. Se han inventado otros saludos,
alejados del contacto humano, por el temor al contagio, y porque si algo
tenemos las personas es la capacidad de adaptarnos a las situaciones y salir
adelante.
Confiemos que nos encontremos en el
ciclo final de esta pandemia y que volvamos a reencontrarnos como personas y
recuperemos nuestra civilidad.
© Carola
Velásquez
Interesantes observaciones sobre lo vivido en la pandemia que nos ha afectado a todos sin distinción de situación social, económica, raza, o edad. Roguemos que nuestra libertad de mostrarnos tal como somos y sentimos ,vuelva muy pronto .
ResponderEliminarTremendo ha sido el impacto de la pandemia. Comparto el deseo de volver pronto a la normalidad.
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